Esta es la triste historia de Gal Fridman, windsurfista olímpico retirado en 2008 con dos medallas olímpicas en su haber, bronce en Atlanta 1996 y Atenas 2004, y que ha decidido poner a la venta el oro que ganó en Grecia porque, sencillamente, necesita dinero. Fridman es el único regatista israelí con una medalla de oro.
Fridman escribió en su página de Facebook que busca un experto en eBay que sepa cómo subastar un objeto excepcional, único en su tipo en Israel. Cuando otros usuarios de la red social empezaron a hacerle preguntas sobre el objeto, dijo que era su medalla olímpica Algunos de los internautas quisieron saber cuánto esperaba ganar, otros le pidieron que no la subastara y Friedman contestó que solo aceptaría respuestas de gente seria con mucho dinero. El ex regatista declaró que por ahora solo investigaba cuánto costaba y que lo hacía porque necesitaba el dinero. Está claro que aquí el precio ya no es el material de la medalla, sino que lo que la hará encarecer de buen seguro que será el sentimental.
Desde su retirada hace diez años, Fridman es entrenador de windsurf y fotógrafo de bodas y eventos varios.
Este es un caso más de fracaso de la sociedad, ¿cuántos deportistas cuando acaban su carrera no tienen nada?, ni estudios, ni trabajo. Creo que aquí hay que hacer un poco de autocrítica por parte de todos, empezando por las propias federaciones y comités olímpicos, que en muchos casos someten a los deportistas a una presión tal y que les hacen tan dependientes de los resultados, que ignoran, es más les da igual que los sus deportistas puedan pensar en su futuro después del deporte. Está claro que las federaciones viven egoístamente al día aprovechando el resultado, en este caso de sus regatistas. Es muy bonito el halago cuando se gana, pero cuando ya no es negocio, pasan al ostracismo, y aquí tenemos un claro ejemplo de tocar la gloria y acabar en las brasas del infierno.
En 2005 la casa de sus padres fue asaltada y les robaron varios objetos de valor de la caja fuerte, entre ellos, las dos medallas de olímpicas. Unos días después una persona que paseaba por una playa las encontró, pero antes llegó a declarar que «no hay dinero en el mundo que reemplace esa medalla».
Ahora por necesidad y desesperación, Gail Fridman le va a poner precio.